El mundo se ha parado en seco. El bullicio de las calles se ha vuelto un profundo silencio, roto únicamente por algunos pasos de quien no tiene más remedio que recorrer un viejo camino que, por la soledad, se hace nuevo. Que nos han tocado tiempos difíciles son las palabras más repetidas. Unos ojos de piedra aún guardan el recuerdo de otros tiempos que no fueron más fáciles. Desde la torre de la Catedral de Córdoba, San Rafael mira las calles desiertas de la ciudad de la cual Dios le hizo custodio. Escucha desde lo alto la hilera de oraciones que recita la fe de los cordobeses para que por ellos interceda, para que traiga a nuestro tiempo los milagros de siglos atrás.
“Yo te juro, por Jesucristo crucificado, que soy Rafael, ángel a quien Dios tiene puesto por guarda de esta ciudad”
San Rafael
En el siglo XVI, cuando la peste asolaba Europa llevándose tantas y tantas vidas, el padre Roelas recibió la visita del arcángel San Rafael en cuatro ocasiones, revelándole que él salvaría a la ciudad. Temiendo que esas visitas fueran un engaño de sus sentidos, consultó a importantes teólogos que le indicaron que, si se producía una nueva aparición, le preguntara quién era. En la madrugada del 7 de mayo de 1578 visitó de nuevo el arcángel al padre Roelas y, ante la pregunta que este le guardaba, contestó: “Yo te juro, por Jesucristo crucificado, que soy Rafael, ángel a quien Dios tiene puesto por guarda de esta ciudad”. Al poco tiempo de esta última visita, dejaron de morir cordobeses por causa de la epidemia de peste. A este milagro le siguieron otros atribuidos a la intercesión del custodio. Uno de los más conocidos fue el terremoto de Lisboa de 1755, que afectó a toda Andalucía. En Córdoba, al contrario que en el resto de provincias, no dejó víctimas mortales, hecho que se atribuyó a la protección de san Rafael.

Tantos son los favores que Dios ha hecho a la ciudad de Córdoba a través de su enviado Rafael que entre sus gentes creció el cariño y devoción al arcángel. Los cordobeses fueron erigiendo monumentos y triunfos a san Rafael por diversos rincones de la ciudad. Incluso artistas diseñaron con sus manos imágenes del custodio de Córdoba para el culto de los fieles, como el de Damián de Castro, que puedes encontrar en tu catedral. Sin embargo, la más famosa es la obra del escultor Alonso Gómez de Sandoval que preside el altar mayor en la iglesia del Juramento de san Rafael y que tantas veces ha procesionado por las calles de Córdoba. Unas veces por tradición, otras por desagravio y otras por rogativas. Así fue cuando la imagen recorrió las calles de Córdoba ante la retirada de los franceses de la ciudad hace más de doscientos años o cuando pasaron las epidemias de fiebre amarilla y cólera.
Muchas han sido las veces que nuestro custodio ha salido al auxilio de la ciudad, por lo que no es de extrañar que muchos cordobeses guarden un lugar en sus oraciones diarias para pedir de nuevo su asistencia. Ante la epidemia del coronavirus, D. Demetrio Fernández González, obispo de Córdoba, nos invita a elevar nuestras oraciones a San Rafael más alto y fuerte que nunca. Nos invita a rezar por los fallecidos, por los enfermos, por sus familias, por los sanitarios, por nuestros mayores, por los que desempeñan trabajos de primera necesidad, por los transportistas, por los trabajadores de supermercados y farmacias y por tantos y tantos que lo necesitan. Nos invitan a rezar para pedir fortaleza y fuerza, pero sobre todo para despertar, en estos tiempos difíciles que recuerdan a otros que no fueron más fáciles, el juramento del ángel a quién Dios nos puso por custodio y que se alza más alto que nunca en la torre de tu catedral.

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